La denominación de Abordaje Terapéutico, fundamentalmente en el trabajo con niños y adolescentes, pareciera ser la más apropiada para nombrar esta instancia clínica del quehacer fonoaudiológico, pues abordar se vincula semánticamente con las acciones de:Encontrarse (con el paciente y ambos con el Lenguaje), Emprender y Embarcarse(en un camino de búsqueda), Acercarse (lo más y mejor posible a los objetivos propuestos), Proponer (un trabajo consciente y reflexivo), Chocar (con el conflicto) y Plantear (alternativas para la resolución del conflicto).
El presente trabajo considera dos factores intervinientes de relevante importancia en el Abordaje Terapéutico del Lenguaje en niños y adolescentes.
Ellos son: la Reflexión Metalingüística referida a la comunicación normal en general y patológica del paciente en particular y los Procesos de Interacción, mediante los cuales el terapeuta , sujeto con mayor destreza, se constituye en un referente válido en el transcurso de toda la terapia.
El lenguaje humano se organiza y desarrolla, dentro de los parámetros de la normalidad, mediante un proceso que como bien expresa Luria no se torna consciente para el sujeto que lo está aprendiendo. No sucede lo mismo con los niños que presentan dificultades linguísticas; las alteraciones fonológicas, sintácticas y semánticas aparecen en los actos comunicativos como luces de alerta que dan cuenta de las fallas que hay en el circuito. El niño exhibiendo sus dificultades debe esforzarse para que el otro le entienda, o esforzarse para entender al otro, ese intento lleva implícito una reflexión, una búsqueda deliberada en procura de mejorar su expresión o su comprensión. Cuando no existen dificultades en la organización neurolinguística, el lenguaje se construye y se desarrolla sin un esfuerzo consciente del sujeto.
Es un concepto bastante generalizado el que sostiene que las instancias terapéuticas en la praxis de ciertas disciplinas del área de la Salud, entre las que se encuentra la Fonoaudiología, deben basarse o quedan libradas a las "posibilidades creativas " de cada profesional.
Sería necio negar la fuerza de la subjetividad desplegándose en cada momento terapéutico, como así también la idea de que cada relación paciente-terapeuta es una constante recreación de ese espacio de interacción y aprendizaje que constituye la esencia de la terapia.
Pero aunque este aspecto casi ritual de la subjetividad, es inherente a toda situación comunicativa, no debería constituirse en la piedra basal de esta instancia profesional. Si el trabajo terapéutico queda atrapado en el mundo de lo subjetivo se lo encadena, y al impedírsele que salga a la luz de la objetividad, se está negando toda posibilidad de discusión.
Es únicamente en el espacio de la objetividad, donde los contenidos terapéuticos, podrán ser analizados, verificados, modificados, refutados o avalados, pero sin ninguna duda, siempre enriquecidos. ¿Y no constituye todo esto la posibilidad de crear teoría?, es decir, ¿no es ésta una forma de ir construyendo un camino de autonomía científica?
¿Se puede afirmar que este acto clínico debe conformarse merced a la capacidad de crear de las personas?
Al avalar de manera insistente este lugar casi artístico y excluyente de "lo creativo", ¿no corremos el riesgo de quitarle rigor científico a nuestro quehacer? ¿En qué condiciones se encuentra entonces un colega recién egresado o con pocos años de graduado? ¿Sobre la base de que experiencia puede crear? ¿Debería ser entonces la capacidad creativa de los jóvenes, una habilidad medible o evaluable como requisito para ingresar a determinadas carreras universitarias?. ¿Quiénes serían los profesores capaces de dictaminar sobre esta aptitud?
¿Podemos negar qué el recorrido histórico en la profesión es uno de los factores que más nos habilita para reflexionar sobre nuestra praxis?, ¿qué la experiencia profesional posibilita una casuística propia y su re-lectura permanente?, ¿ qué la asistencia clínica permite reflexionar sobre lo hecho, y es una manera de efectuar comprobaciones respecto a qué fue más efectivo, quién o qué debió correrse de lugar y en qué momento, qué cómo y cuánto debió esperarse, qué faltó por hacer, qué no debió hacerse....?
Entonces, seria interesante proyectar diseños terapéuticos que vayan más allá de las planificaciones individuales, diseños más generales que permitan englobar los planes particulares y a los que se les pueda insertar las modificaciones que cada profesional considere pertinentes, para cada paciente en particular.
No se trata de armar "recetas", sino de constituir y programar esquemas dinámicos y flexibles, que actúen como disparadores, los que sustentados teóricamente y avalados por la práctica, sean pasibles, entonces si, de ser enriquecidos por la capacidad creativa de cada uno de los usuarios.
Tampoco se trata de generar un antagonismo que se declare como "creatividad versus programación", de lo que en realidad se trata es de incluir ambos aspectos en esos esquemas.
Es indudable que lo trabajado en la instancia terapéutica, al ser expuesto como objeto de análisis entre el terapeuta y el paciente, es pasible de constante recreación. Esta reformulación permanente puesta en la mesa de trabajo en un ámbito de encuentro e interacción varía y se enriquece, entre otros, por las diferencias que provienen de las historias personales del paciente y del terapeuta. Sin duda esto le permite al profesional constantes descubrimientos: es Uno el procedimiento terapéutico pero son Distintos los pacientes.
Es aquí, probablemente, donde se puede desplegar con mayor vuelo la capacidad creativa del profesional: la intervención clínica se adapta, saliéndose de la norma, de lo programado, al mundo subjetivo del paciente, respetando fundamentalmente lo que Vigotzky llamó Zona de desarrollo Proximal o Zona de Desarrollo Potencial.(Z.D.P.).
Pero también debería considerarse, con la misma importancia, que el lenguaje tiene un sustrato biológico y además rango de función cerebral superior. Teniendo en cuenta estas condiciones, que son comunes a la especie humana, se puede pensar en producir programaciones terapéuticas.
Si no se descuida la consideración de los distintos momentos en el desarrollo de un niño y cual es en ellos la forma de experimentar que el niño tiene , el terapeuta podrá ir ofreciendo distintas alternativas, para que el paciente opere con ellas de acuerdo con sus propias estrategias.
El recurso o procedimiento programado, es lo que se explicita, es lo que se coloca en la mesa de trabajo, lo otro, lo que se incluye, lo que necesariamente se agrega o lo que se crea, tiene su origen en el espacio subjetivo, individual que no es pasible de programación.
En ocasiones, se producen reflexiones sobre algún aspecto determinado de ese procedimiento terapéutico. Es decir, a veces una palabra, una situación, o hasta una entonación del recurso que se está trabajando guarda relación con algo conocido o desconocido en la historia personal del paciente. Se inicia entonces allí una actividad que tiene como principal característica la riqueza espiralada del diálogo espontáneo. Ese es el momento en que " lo programado" queda pasivamente sobre la mesa de trabajo, esperando ser retomado en el momento oportuno.
Es bastante difícil describir este encuentro casi mágico que se experimenta desde el lugar del terapeuta. Es una reunión de búsqueda y hallazgo en la cual lo consciente y lo reflexivo encuentran un gran despliegue:el niño opera con el lenguaje mientras el adulto asiste, monitorea y coopera, en esta acción deliberada, ofreciendo marcos de referencia definidos. Entonces el procedimiento elegido se constituye en un verdadero generador de posibilidades comunicativas, de hecho sometido a los obstáculos impuestos por la propia patología linguística y además guardando estrechísima vinculación con las características que provienen del ámbito sociocultural al que pertenece el paciente.
Es importante entonces, que la normativa y la creatividad se permitan mutuamente el espacio necesario para que aparezcan oportunamente en las distintas situaciones de terapia.
Para poder articular adecuadamente estos dos aspectos se debe acordar con el concepto que sostiene que la acción planificada es la que permite la producción de ciertas sistematizaciones en la labor profesional, y requiere para ello de protagonistas que desde sus experiencias puedan tomar una posición determinada.
La definición de un marco teórico-conceptual , un determinado recorrido en un área específica en la práctica profesional, y un registro clasificado de la propia casuística, son algunos de los factores que fundamentalmente posibilitan la elaboración de planificaciones orientadas a la acción.
Marta Alicia Espeleta (Espacio Logopédico.com)
Sería necio negar la fuerza de la subjetividad desplegándose en cada momento terapéutico, como así también la idea de que cada relación paciente-terapeuta es una constante recreación de ese espacio de interacción y aprendizaje que constituye la esencia de la terapia.
Pero aunque este aspecto casi ritual de la subjetividad, es inherente a toda situación comunicativa, no debería constituirse en la piedra basal de esta instancia profesional. Si el trabajo terapéutico queda atrapado en el mundo de lo subjetivo se lo encadena, y al impedírsele que salga a la luz de la objetividad, se está negando toda posibilidad de discusión.
Es únicamente en el espacio de la objetividad, donde los contenidos terapéuticos, podrán ser analizados, verificados, modificados, refutados o avalados, pero sin ninguna duda, siempre enriquecidos. ¿Y no constituye todo esto la posibilidad de crear teoría?, es decir, ¿no es ésta una forma de ir construyendo un camino de autonomía científica?
¿Se puede afirmar que este acto clínico debe conformarse merced a la capacidad de crear de las personas?
Al avalar de manera insistente este lugar casi artístico y excluyente de "lo creativo", ¿no corremos el riesgo de quitarle rigor científico a nuestro quehacer? ¿En qué condiciones se encuentra entonces un colega recién egresado o con pocos años de graduado? ¿Sobre la base de que experiencia puede crear? ¿Debería ser entonces la capacidad creativa de los jóvenes, una habilidad medible o evaluable como requisito para ingresar a determinadas carreras universitarias?. ¿Quiénes serían los profesores capaces de dictaminar sobre esta aptitud?
¿Podemos negar qué el recorrido histórico en la profesión es uno de los factores que más nos habilita para reflexionar sobre nuestra praxis?, ¿qué la experiencia profesional posibilita una casuística propia y su re-lectura permanente?, ¿ qué la asistencia clínica permite reflexionar sobre lo hecho, y es una manera de efectuar comprobaciones respecto a qué fue más efectivo, quién o qué debió correrse de lugar y en qué momento, qué cómo y cuánto debió esperarse, qué faltó por hacer, qué no debió hacerse....?
Entonces, seria interesante proyectar diseños terapéuticos que vayan más allá de las planificaciones individuales, diseños más generales que permitan englobar los planes particulares y a los que se les pueda insertar las modificaciones que cada profesional considere pertinentes, para cada paciente en particular.
No se trata de armar "recetas", sino de constituir y programar esquemas dinámicos y flexibles, que actúen como disparadores, los que sustentados teóricamente y avalados por la práctica, sean pasibles, entonces si, de ser enriquecidos por la capacidad creativa de cada uno de los usuarios.
Tampoco se trata de generar un antagonismo que se declare como "creatividad versus programación", de lo que en realidad se trata es de incluir ambos aspectos en esos esquemas.
Es indudable que lo trabajado en la instancia terapéutica, al ser expuesto como objeto de análisis entre el terapeuta y el paciente, es pasible de constante recreación. Esta reformulación permanente puesta en la mesa de trabajo en un ámbito de encuentro e interacción varía y se enriquece, entre otros, por las diferencias que provienen de las historias personales del paciente y del terapeuta. Sin duda esto le permite al profesional constantes descubrimientos: es Uno el procedimiento terapéutico pero son Distintos los pacientes.
Es aquí, probablemente, donde se puede desplegar con mayor vuelo la capacidad creativa del profesional: la intervención clínica se adapta, saliéndose de la norma, de lo programado, al mundo subjetivo del paciente, respetando fundamentalmente lo que Vigotzky llamó Zona de desarrollo Proximal o Zona de Desarrollo Potencial.(Z.D.P.).
Pero también debería considerarse, con la misma importancia, que el lenguaje tiene un sustrato biológico y además rango de función cerebral superior. Teniendo en cuenta estas condiciones, que son comunes a la especie humana, se puede pensar en producir programaciones terapéuticas.
Si no se descuida la consideración de los distintos momentos en el desarrollo de un niño y cual es en ellos la forma de experimentar que el niño tiene , el terapeuta podrá ir ofreciendo distintas alternativas, para que el paciente opere con ellas de acuerdo con sus propias estrategias.
El recurso o procedimiento programado, es lo que se explicita, es lo que se coloca en la mesa de trabajo, lo otro, lo que se incluye, lo que necesariamente se agrega o lo que se crea, tiene su origen en el espacio subjetivo, individual que no es pasible de programación.
En ocasiones, se producen reflexiones sobre algún aspecto determinado de ese procedimiento terapéutico. Es decir, a veces una palabra, una situación, o hasta una entonación del recurso que se está trabajando guarda relación con algo conocido o desconocido en la historia personal del paciente. Se inicia entonces allí una actividad que tiene como principal característica la riqueza espiralada del diálogo espontáneo. Ese es el momento en que " lo programado" queda pasivamente sobre la mesa de trabajo, esperando ser retomado en el momento oportuno.
Es bastante difícil describir este encuentro casi mágico que se experimenta desde el lugar del terapeuta. Es una reunión de búsqueda y hallazgo en la cual lo consciente y lo reflexivo encuentran un gran despliegue:el niño opera con el lenguaje mientras el adulto asiste, monitorea y coopera, en esta acción deliberada, ofreciendo marcos de referencia definidos. Entonces el procedimiento elegido se constituye en un verdadero generador de posibilidades comunicativas, de hecho sometido a los obstáculos impuestos por la propia patología linguística y además guardando estrechísima vinculación con las características que provienen del ámbito sociocultural al que pertenece el paciente.
Es importante entonces, que la normativa y la creatividad se permitan mutuamente el espacio necesario para que aparezcan oportunamente en las distintas situaciones de terapia.
Para poder articular adecuadamente estos dos aspectos se debe acordar con el concepto que sostiene que la acción planificada es la que permite la producción de ciertas sistematizaciones en la labor profesional, y requiere para ello de protagonistas que desde sus experiencias puedan tomar una posición determinada.
La definición de un marco teórico-conceptual , un determinado recorrido en un área específica en la práctica profesional, y un registro clasificado de la propia casuística, son algunos de los factores que fundamentalmente posibilitan la elaboración de planificaciones orientadas a la acción.
Marta Alicia Espeleta (Espacio Logopédico.com)
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